Durante todo el embarazo tenemos la sensación de que todo culminará con el nacimiento del bebé, pero es justo en ese momento donde empieza lo más importante: ¡Aprender a conocer y relacionarnos con nuestro bebé!
Este periodo confuso y de grandes emociones empieza con una madre agotada y bajo el efecto de altas dosis de hormonas, todavía recuperándose del esfuerzo del parto, y una pareja que tal vez no sepa muy bien cuál debe ser su lugar o qué debe hacer.
Esta situación es nueva para todos los implicados y es normal debatirse entre sentimientos encontrados que pueden ir desde la claustrofobia al tomar consciencia de la situación, hasta la más absoluta ternura. Este nuevo ser nos ata como nunca nada antes nos había atado, somos responsables de su vida. Además su llanto desesperado que aún no sabemos interpretar puede causarnos una irritación difícil de admitir que nos hace sentir culpables. Al mismo tiempo ya está aquí, es nuestro hijo y nos llenamos de regocijo al mirarlo…
Aceptar los sentimientos encontrados como parte de un proceso normal nos ayudará a facilitar las cosas.
El bebé también ha experimentado un cambio de medio traumatizante, ahora todo lo que le proporcionaba el cálido útero materno tendrá que comenzar a hacerlo por sí mismo. El mundo exterior es totalmente diferente al lugar donde ha pasado los últimos 9 meses, ya no está protegido de los estímulos indeseables.
Conocer a nuestro hijo es la primera gran aventura, tendremos que hacer ajustes constantes hasta que logremos comunicarnos y entender sus señales. Se trata de un periodo de adaptación mutua de vital importancia y lo aconsejable es tenerlo todo preparado.
Lo ideal es tomarse este periodo como una luna de miel. Pero para ello es imprescindible haberse organizado para hacerlo posible: permiso laboral de la pareja, apoyo de otras personas…todo lo que sea necesario para que los nuevos papás y mamás no tengan que dejar la habitación, que se habrá convertido en una especie de templo.
Lo que el bebé necesita en estos días es que intentemos reproducir y mantener lo mejor posible las condiciones de confort que tenía en el útero materno. Nos indicará lo que necesita mediante sus reacciones físicas y el llanto. Debemos proporcionarle sus necesidades más simples: alimento, calor, contacto, estar limpio, sentir seguridad… Si lo estamos haciendo bien, estará tranquilo, su llanto y sus reacciones nos ayudarán a corregir lo que estemos haciendo mal.
Tomárnoslo con calma, aceptar nuestras imperfecciones, saber escuchar lo que nos intenta decir nuestro bebé y tener una buena red de apoyo serán la clave durante la aventura de la maternidad que empieza con la vuelta a casa.
Hace dos semanas desde que llegamos a casa con nuestra segunda hija. Lo cierto es que estamos viviendo esta segunda «luna de miel» con mucha más calma. Entre las cosas más importantes destacaría la ayuda por parte de familiares (hay gente que la rechaza y realmente es el mejor momento para recibirla) y también, por supuesto, la implicación total por parte de la pareja.
Yo tengo dos hijas y la verdad que tengo una anecdota curiosa con las dos. Los dias que estuve en el hospital en el parto de cada una, tanto la mayor como la pequeña estuvieron un poco lloronas y no dormian muy bien por la noche. Sin embargo en cuanto estabamos de vuelta llego la calma. Comian muy bien y dormian estupendamente, es como si supieran que ya estabamos en «casa».