Hacer un croissant casero puede sonar a misión imposible, de esas recetas que uno piensa que solo se pueden hacer en una pastelería profesional. Pero, oye, te prometo que no es para tanto. Eso sí, hay que tener paciencia, un poco de maña y, sobre todo, ganas de disfrutar del proceso… y del olorcito a mantequilla que va a quedar en tu cocina. Porque cuando un croissant o cruasán se hace en casa, se nota. Y mucho.
La verdad es que no sé si te ha pasado alguna vez, pero cuando pruebas un croissant casero bien hecho, crujientito por fuera y súper tierno por dentro, ya no hay vuelta atrás. Los del súper… pues están bien para un apaño, pero no tienen nada que ver con lo que te puedes preparar tú en casa con ingredientes de calidad y sin prisas.
Y lo mejor de todo es que no necesitas ser ningún experto en masas. Vale, lleva su tiempo porque hay que respetar los reposos y hacer unos pliegues con mantequilla que son clave para ese hojaldre tan característico. Pero no es difícil. Solo es cuestión de seguir bien los pasos y no saltarse ninguno. Así que venga, vamos al lío, que seguro que estás con ganas de saber cómo se hacen estos croissants caseros que, te aviso, desaparecen de la bandeja en cuestión de minutos.
ÍNDICE DE CONTENIDOS
Receta de croissant casero clásico
Ingredientes
- 500 g de harina de fuerza (la de panadería, con más proteína)
- 100 g de azúcar
- 2 huevos
- 150 g de leche entera (a temperatura ambiente)
- 25 g de levadura fresca de panadería
- 100 g de mantequilla en pomada (es decir, blandita, para integrarla bien en la masa)
- 1 cucharadita de sal
- 200 g de mantequilla fría
- 2 yemas de huevo y un chorrito de leche (para pincelar)
Cómo hacer croissant o cruasán casero
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Preparar la masa
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Mezcla en un bol grande la harina de fuerza con el azúcar y la sal.
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Disuelve la levadura fresca en la leche (mejor si está un poco templada, no caliente) y añádelo a la mezcla anterior.
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Incorpora los 2 huevos y empieza a amasar, a mano o en amasadora, aunque te aconsejo la amasadora porque hay que trabajar la masa unos 10 minutos.
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Cuando tengas una masa bien formada, añade los 100 g de mantequilla en pomada y sigue amasando hasta que tengas una masa lisa, elástica y que no se te pegue a las manos.
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Forma una bola, cúbrela con un paño y deja que repose a temperatura ambiente unas 2 horas, hasta que doble su tamaño.
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Formar el bloque de mantequilla
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Mientras la masa reposa, prepara el bloque de mantequilla para hojaldrar.
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Corta los 200 g de mantequilla fría en trozos y colócala entre dos papeles de horno.
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Con un rodillo, estírala en forma de rectángulo (más o menos de 20×20 cm). Resérvala en la nevera.
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Integrar la mantequilla y hacer los pliegues
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Cuando la masa haya levado, estírala en forma de cruz sobre una superficie ligeramente enharinada.
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Coloca en el centro el bloque de mantequilla fría y envuélvelo con los extremos de la masa, como si cerraras un paquetito.
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Con cuidado, estira la masa con el rodillo hasta formar un rectángulo largo.
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Haz un pliegue simple: lleva un extremo hacia el centro y luego el otro encima (como si doblaras un folleto en tres partes).
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Gira la masa 90 grados, envuelve en film y deja reposar en la nevera 30 minutos.
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Este proceso lo tienes que repetir dos veces más (es decir, en total harás tres pliegues simples). Entre cada pliegue, recuerda dejar reposar la masa 30 minutos en frío.
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Formar los croissants caseros
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Una vez hechos los pliegues, estira la masa bien fina, en un rectángulo de unos 40×25 cm aproximadamente.
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Corta triángulos de unos 8 cm de base y 20 cm de alto (más o menos, tampoco hace falta sacar la regla).
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Enrolla cada triángulo desde la base hasta la punta, dándoles la forma clásica de croissant.
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Colócalos en una bandeja de horno forrada con papel sulfurizado, dejando espacio entre ellos porque crecen bastante.
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Fermentación final
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Deja que los croissants caseros fermenten a temperatura ambiente hasta que doblen su tamaño. Esto puede tardar entre 1 y 2 horas, según el calor que haga en tu cocina.
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Precalienta el horno a 200 ºC con calor arriba y abajo.
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Horneado
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Pincela los croissants caseros con las yemas de huevo batidas (si le pones un pelín de leche al huevo batido, queda más bonito el color dorado).
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Hornéalos durante 15-18 minutos, hasta que los veas bien doraditos.
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Sácalos y deja que se enfríen sobre una rejilla.
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Consejos para conservar y congelar los croissants caseros
¿Cómo conservar los croissants caseros una vez horneados?
Lo ideal es comerlos el mismo día, recién hechos, cuando todavía están crujientes por fuera y tiernos por dentro. Pero bueno, si te sobran (que lo dudo), guárdalos así:
- Déjalos enfriar completamente.
- Guárdalos en una bolsa de plástico o en un recipiente hermético.
- Puedes mantenerlos a temperatura ambiente durante 1 o 2 días, pero al ser caseros no llevan conservantes y se resecan más rápido.
- Para que vuelvan a estar ricos, caliéntalos un poco en el horno o en una tostadora antes de comerlos.
¿Se pueden congelar los croissants caseros ya horneados?
Sí, claro. Si te han sobrado ya hechos:
- Déjalos enfriar del todo.
- Mételos en una bolsa de congelación, bien cerrada, procurando que no queden muy apretados.
- Para consumirlos, los sacas y los dejas descongelar a temperatura ambiente. Luego, les das un toque de horno (180 ºC, unos 5 minutos) y quedan bastante bien.
¿Cómo congelar los cruasanes caseros en crudo?
Y aquí viene lo mejor, porque congelar los croissants caseros antes de hornearlos es lo más práctico del mundo. Así siempre los tienes listos para hornear y disfrutar como recién hechos.
Es muy fácil:
- Una vez has formado los croissants caseros, antes de dejarlos fermentar por última vez, los colocas en una bandeja que quepa en tu congelador.
- Los metes al congelador bien separados, para que no se peguen entre ellos.
- Cuando ya estén duros, los pasas a una bolsa de congelación.
¿Cómo hornear los croissants caseros congelados?
Cuando los quieras hacer:
- Sácalos del congelador y colócalos en una bandeja de horno con papel.
- Déjalos descongelar y fermentar a temperatura ambiente. Esto puede tardar bastante (unas 3-4 horas), porque tienen que descongelarse y luego levar bien.
- Luego los pincelas con huevo y al horno, igual que si los hubieras hecho del tirón.
Quedan espectaculares, de verdad. Es un truco que merece la pena.
Cómo acompañar tu croissant casero
Vale, aquí viene la parte divertida. Porque hacer un croissant casero ya es un planazo, pero disfrutarlo bien acompañado… eso ya es otro nivel.
A ver, lo típico y que nunca falla es comértelo tal cual, recién hecho, crujientito y con ese sabor a mantequilla que es puro vicio. Pero si te apetece darle un toque diferente, aquí van unas ideas que siempre funcionan:
Para un desayuno dulce, un café con leche o un buen capuchino… vamos, lo clásico. No falla. Un zumo de naranja natural, que le da un punto fresquito. Y si eres más de capricho goloso total, un chocolate en taza.
¿Eres de salado? Aquí igual te sorprendo, pero un croissant casero abierto y relleno de ingredientes salados está brutal. Te dejo algunas combinaciones: Jamón serrano y queso curado; queso brie y un poco de rúcula; pavo y tomate seco.
Es que el contraste de la masa ligeramente dulce con el relleno salado queda espectacular. Pruébalo algún día y ya verás.
Y si quieres ir un paso más allá:
- Rellénalos de crema pastelera, crema chantilly o chocolate. Los partes a la mitad y rellenas.
- Los usas para un brunch en casa, con fruta, yogur, embutidos, queso… montas una mesa que quita el sentido.
- O incluso puedes hacer mini croissants caseros para aperitivo, rellenos de queso azul y nueces, por ejemplo.
La verdad es que el croissant casero es tan versátil que pega con casi todo. Eso sí, lo mejor siempre es comerlo tranquilo, sin prisas, disfrutando cada bocado. Que para eso te has currado la receta, ¿no?
A ti que eres fan de meter las manos en la masa te propongo otras recetas: no puedes dejar de probarlos churros caseros crujientes por fuera y tiernos por dentro, perfectos para mojar en chocolate caliente. La receta de los fartons valencianos te hará disfrutar de estos esponjosos bollos azucarados, ideales para acompañar una buena horchata. Si eres fan de la repostería tradicional, la receta de la ensaimada mallorquina te conquistará con su textura ligera y su sabor suave a mantequilla, perfecta para cualquier ocasión. Y si lo tuyo son los postres indulgentes, no te puedes perder la receta de la trenza de chocolate, una deliciosa masa enrollada rellena de chocolate fundido que se deshace en la boca.