El vínculo de apego seguro es un concepto comúnmente utilizado hoy en día. Desde la psicología se ha estudiado cómo reaccionan los niños ante las separaciones de sus figuras importantes si su apego es seguro, inseguro o evitativo-ansioso. Igualmente, hoy en día una gran corriente de padres favorecen o promueven la llamada “crianza con apego”, promoviendo el respeto hacia el niño y la vinculación amorosa como eje para la crianza.
La importancia de la relación con el niño/a en los primeros años se acaba inscribiendo en el psiquismo, favoreciendo niños seguros o inseguros, confiados o desconfiados… Y acabará siendo su modelo de amor para “repetir” en su vida adulta.
Por tanto y, aunque estamos hablando de un proceso complejo, ¿qué os parece pararnos a hablar de este tipo de relación y cómo la establecemos?. Fijaos, aquí van algunas ideas:
1) La importancia de estar conectados emocionalmente con nuestros hijos. Os voy a poner un ejemplo. La tarea del psicólogo infantil en consulta muchas veces es poner voz o comprender aquello que hacen los niños. Cuando un niño cuenta que está frustrado porque su hermano pequeño no le deja estar con sus amigos, nuestra respuesta podría ser, “entiendo que te moleste” “te frustra no poder jugar a solas con tus amigos”. Sin más. Sería recoger su malestar. De esta manera favorecemos que nos siga contando, conocer sus preocupaciones e intentar que llegue por sí mismo a buscar una solución (si es posible). Sin embargo, con nuestros hijos, nos pasamos el día diciéndoles lo que no pueden hacer, no deben hacer o lo que no está bien hecho. ¿Y probar con comprenderlos?.
2) ¿Qué hacemos cuando nuestro hijo/a llora? Quiero que penséis un poco como os sentís, cuáles son vuestras emociones, si se os pone nudo en el estómago, en la garganta, os inquietáis u os ponéis nerviosos. Pues bien, el lloro de nuestros hijos nos produce emociones, nos inquieta. Muchas veces esto es lo que nos lleva a intentar calmar sin comprender. Venga, que no pasa nada… Si no tienes lágrimas… venga, ya, ya… No llores más. ¿Os suena, no? Lo que os proponemos es ser una especie de caja de resonancia de las emociones, en vez de intentar ocultarlas o disimularlas… Veo que te has asustado, te lo estás pasando tan bien que no quieres irte… Acepta sus sentimientos tal y cual son, sin pensar que son tonterías o que no tiene importancia.
3) ¿Hace cuanto no te sientas con tu hijo/a a jugar dejándote llevar? Si estás pensando tu respuesta quizás sería el momento para empezar a hacerlo. Una buena manera de conectar emocionalmente es dejándose llevar mediante la diversión. Observa, relájate y disfruta del juego. Y recuerda que la manera que ellos eligen de jugar bien estará. Ayer mismo, después de comprarle un patinete a mi hija, ella se quedó jugando con la caja. Su padre y yo nos quedamos muy frustrados, pero la realidad es que lo que eligen los hijos para jugar es lo que vale y no lo que a nosotros nos gustaría. Admirar su capacidad, más que juzgarla favorecerá la complicidad.
4) Aceptar los sentimientos no quiere decir aceptar todos los comportamientos. Los límites de forma clara, directa y no punitiva son efectivos y dan seguridad. Así que será mejor que para cambiar determinados comportamientos lo hagas desde la calma. ¿Cómo? Repítete a ti mismo: yo soy el adulto, soy una buena madre, lo estoy haciendo bien… En vez de un sin fin de verbalizaciones que no hacen más que ponerte más nerviosa.
Acepta y acompaña a tus hijos en todo su desarrollo. Como dice una célebre frase, quiéreme más cuando menos lo merezca, que será cuando más lo necesite.