Uno de los cuentos infantiles más populares es sin duda La Cenicienta. ¿Qué niño no conoce la historia del zapatito de cristal?…

LA CENICIENTA (Cuento tradicional)

Había una vez un gentilhombre, que se casó en segundas nupcias con una mujer orgullosa y altanera, que tenía dos hijas tan egoístas y maleducadas  como ella misma lo era.

Este señor también tenía una hija, pero esta niña en cambio era la persona más dulce y buena del mundo.

Cenicienta sufre por la maldad de su madrastra

Desdichadamente, al poco tiempo de realizarse la boda, el padre de la jovencita falleció inesperadamente. Así la madrasta dio libre curso a su mal carácter; no pudo soportar las cualidades de la joven, que hacían aparecer todavía más odiables a sus hijas.

La obligó a las más duras tareas de la casa: y entre todas estas difíciles tareas también le tocaba limpiar la chimenea y el fogón donde cocinaba para todos, por lo que siempre estaba sucia de cenizas: para burlarse de ella, su madrastra y sus hermanastras comenzaron a llamarle Cenicienta.

Dormía en lo más alto de la casa, en una buhardilla, sobre un sencillo e incómodo lecho  de paja; mientras tanto sus hermanas ocupaban las hermosas habitaciones de la casa, rodeadas de todos los lujos y caprichos.

La pobre muchacha aguantaba todo con paciencia. Siempre iba vestida con ropa vieja y rota, la única que su madrastra le brindaba; sin embargo Cenicienta, con sus míseras ropas, no dejaba de ser cien veces más hermosa que sus hermanas que andaban tan ricamente vestidas; a pesar de ser también ellas jóvenes y bonitas, la maldad de sus corazones las afeaba, al tiempo que la bondad y generosidad de Cenicienta hacian resplandecer aún más su belleza.

El sueño de ir al baile

El reino donde vivía Cenicienta era gobernado por un rey que tenía un solo hijo; el príncipe seguía soltero y esto preocupaba mucho a su padre, que temía que el reino quedara algún día sin una guía. Por mucho que insistía a su hijo para que buscara esposa, éste siempre le respondía:

Querido padre, el día que encuentre al amor de mi vida me casaré, pero ese día aún no ha llegado…

Para tranquilizar a su padre, el príncipe aceptó organizar un baile al que invitó a todas las personas distinguidas y a las jóvenes solteras del reino; la invitación llegó también a la casa de Cenicienta…

Las hermanas presumidas no cabían en sí  de la dicha:  no se hablaba más que de la forma en que irían trajeadas.

– Yo -dijo la mayor- me pondré un vestido de terciopelo rojo y mis adornos de Inglaterra
Yo -dijo la menor- iré con una falda sencilla; pero en cambio, me pondré mi abrigo con flores de oro y mi prendedor de brillantes, que no pasarán desapercibidos

Encargaron sus vestidos y sus accesorios a los mejores artesanos del  reino; cada día se probaban sus vestidos, se maquillaban y se peinaban, mirándose luego por horas en el espejo. Cenicienta les ayudaba y soñaba con ir al baile…

Mientras las peinaba y las maquillaba, ellas le decían:

– Cenicienta, ¿te gustaría ir al baile?
Claro que sí, ¿creéis que vuestra madre me lo permitirá? La invitación es para todas las jóvenes solteras del reino y yo…

Las crueles hermanas la interrumpieron entre carcajadas:

– ¿Tú? ¿al baile? ¿Con esos trapos que llevas siempre?

Sin  dejar de reírse y burlarse las dos salieron de la habitación, dejando a Cenicienta sola, triste y pensativa: tienen razón, pensó mientras recogía el desorden, el baile del príncipe no es cosa para mí…

El hada madrina cumple el sueño de Cenicienta

Finalmente, llegó el día feliz; partieron y Cenicienta las siguió con los ojos y cuando las perdió de vista se puso a llorar. Mientras lloraba, su  hada madrina, que la vio anegada en lágrimas, le preguntó qué le pasaba. Sin salir de su asombro ante tamaña aparición, Cenicienta le respondió:

Me gustaría… me gustaría…

Lloraba tanto que no pudo terminar. El hada madrina le dijo:

¿Te gustaría ir al baile, no es cierto?
¡Ay, sí! -dijo Cenicienta suspirando.
Bueno, ¡pues ya no llores! ¡Te ayudaré!

Salieron al gran jardín de la  casa, y la madrina pidió a Cenicienta

Tráeme una calabaza

Cenicienta fue en el acto a coger la que le pareció más bonita y la llevó a su madrina, sin entender muy bien para qué podía servirle. El hada la tocó con su varita mágica e instantáneamente la calabaza se convirtió en un bello carruaje todo dorado.

Cuento de La Cenicienta

Ahora necesitamos unos caballos -dijo el hada madrina mirando a su alrededor…

En seguida miró dentro de la ratonera donde encontró seis ratas vivas. Le dijo a Cenicienta que levantara un poco la puerta de la trampa, y a cada rata que salía le daba un golpe con la varita, y la rata quedaba automáticamente transformada en un brioso caballo; hizo lo mismo con un ratón gordo que pasó corriendo tratando de escaparse de esa rara señora que había transformado a sus amigos en corceles: un toque de varita y el ratoncito se convirtió en un cochero regordete de bigotes.

¿Qué nos falta ahora? – pensó el hada llevándose la mano a la barbilla- ¡Ah! Cenicienta, baja al jardín y tráeme las lagartijas que encontrarás detrás de la regadera

Cenicienta obedeció, y el hada madrina los convirtió en lacayos que de inmediato se subieron a la parte posterior del carruaje.

Muy satisfecha, el hada madrina dijo a Cenicienta:

Bueno, aquí tienes todo lo que necesitas para ir al baile, ¿qué esperas? ¡corre!
Es cierto, pero, ¿podré ir así, con estos vestidos tan feos?
Ayy pero qué distraída soy, ¡claro que no! Ahora mismo lo solucionamos

Dicho esto la tocó con su varita, y al momento sus ropas se cambiaron en magníficos vestidos de paño de oro y plata, todos recamados con pedrerías; luego le dio un par de zapatitos de cristal, los más preciosos del mundo. Cenicienta subió corriendo al carruaje; pero su madrina le recomendó sobre todo que regresara antes de la medianoche, advirtiéndole que su magia duraba solo hasta esa hora, y al terminar de sonar las doce campanadas de la medianoche, todo volvería a ser como antes. Ella prometió a su madrina que saldría del baile antes de la medianoche. Partió, loca de felicidad.

Cenicienta llega al baile

Cuento infantil Cenicienta
Imagen Michael Saechang

El príncipe estaba en el baile de lo más aburrido; ninguna de las  jóvenes presentes era la mujer que él soñaba… hasta que de repente levantó su mirada y vio entrar al salón a una  hermosa joven desconocida: ¡era Cenicienta!. El príncipe se precipitó a recibirla y entonces en el gran salón se hizo el silencio: el baile cesó y los violines dejaron de tocar, tan absortos estaban todos contemplando la gran belleza de esta desconocida. Sólo se oía un confuso rumor:

¡Ah, qué hermosa es!

El hijo del rey le pidió que le acompañara en el sitio de honor y en seguida la condujo al salón para bailar con ella. Los jóvenes no dejaban de mirarse y todos podían apreciar lo bien que se veían juntos.

El príncipe y Cenicienta estuvieron juntos toda la noche: conversaron, bailaron, y se rieron juntos como si se conocieran de toda la vida; en eso estaban cuando Cenicienta oyó dar las once y tres cuartos; hizo al momento una gran reverencia al príncipe y se fue a toda prisa.

Apenas hubo llegado, fue a buscar a su madrina y después de darle las gracias, le dijo que desearía mucho ir al baile al día siguiente porque el príncipe se lo había pedido. Cuando le estaba contando a su madrina todo lo que había sucedido en el baile, las dos hermanas golpearon a su puerta; Cenicienta fue a abrir.

¡Cómo habéis tardado en volver! -les dijo bostezando, frotándose los ojos y estirándose como si acabara de despertar

Si hubieras ido al baile -le dijo una de las hermanas-, no te habrías aburrido; asistió una hermosa desconocida y el príncipe no tuvo ojos más que para ella. ¡Y nadie de todos los presentes pudo saber quién es esta joven misteriosa! ¿Quién sabe si también estará mañana?

Pues esperemos que no -dijo la otra hermana- si no las demás no tendremos ninguna posibilidad con el príncipe

Cenicienta estaba radiante de alegría.

Las doce campanadas

Al día siguiente las dos hermanas fueron al baile, y Cenicienta también, con un vestido todavía más hermoso que el de la noche anterior. Nuevamente el príncipe no se separó de su lado, y tan bien se encontraba Cenicienta en su compañía  que olvidó la recomendación de su madrina; al oír tocar la primera campanada de medianoche, asustada se levantó y salió corriendo. El príncipe esta vez no iba a resignarse a dejarla ir sin más y la siguió, pero no pudo alcanzarla; ella había dejado caer una de sus zapatillas de cristal en la huida, que el príncipe recogió con todo cuidado.

Cenicienta llegó a casa sofocada, sin carroza, sin lacayos, con sus viejos vestidos… el único recuerdo que le quedaba de aquellas magníficas noches era uno de sus zapatitos, igual al que se le había caído.

Cuando sus dos hermanas regresaron del baile, Cenicienta les preguntó si esta vez también se habían divertido y si había ido la hermosa dama. Dijeron que sí, pero que había salido escapada al dar las doce, y tan rápidamente que había dejado caer uno de sus zapatos de cristal; que el hijo del rey lo había recogido y que sin duda estaba muy enamorado de la bella joven porque se había quedado suspirando con tristeza el resto de la noche. Y era verdad, pues a los pocos días el príncipe hizo proclamar al son de trompetas que se casaría con la persona cuyo pie se ajustara al zapatito.

¿De quién es el zapatito de cristal?

De inmediato el príncipe había caído  en la cuenta de que aquel zapatito era realmente diminuto; tan pequeño que seguramente podría calzar bien solo en los pies de su amada, estaba convencido de ello. El príncipe dijo a su padre que finalmente había encontrado al amor de su vida, y que si ella le aceptaba, se casaría al instante.

Los asistentes del príncipe recorrieron el reino haciendo probar el zapatito a cuanta jovencita estuviera dispuesta a intentarlo, pero todo era en vano. Lo llevaron donde las dos hermanas, las que hicieron todo lo posible para que su pie cupiera en él, pero no pudieron. Cenicienta, que las estaba mirando, dijo riendo:

¿Puedo probar si a mí me calza?

Sus hermanas se pusieron a reír y a burlarse de ella. El gentilhombre que probaba el zapato no les hizo caso,  dijo que era lo justo, y que él tenía orden de probarlo a todas las jóvenes. Hizo sentarse a Cenicienta y acercando el zapatito a su piececito, vio que encajaba sin esfuerzo y que era hecha a su medida.

Grande fue el asombro de las dos hermanas, pero más grande aún cuando Cenicienta sacó de su bolsillo el otro zapato y se lo puso.

Entonces las dos hermanas la reconocieron como la persona que habían visto en el baile. Fue conducida ante el joven príncipe, vestida como estaba. Él la encontró más bella que nunca, y le preguntó, con voz temblorosa, si quería ser su esposa. Cenicienta también se había enamorado perdidamente del príncipe y aceptó feliz. Al poco tiempo se casaron. Cenicienta, que era tan buena como hermosa, llamó a sus hermanas y su madrastra la palacio.

Las tres llegaron temerosas de que la nueva princesa quisiera vengarse por todos los malos tratos que le habían infligido. Cenicienta en cambio les dijo, abrazándolas, que las perdonaba de todo corazón y les rogó que siempre la quisieran. Conmovidas por su bondad, las tres mujeres se mudaron al palacio y desde entonces fueron siempre amables y generosas con todos.

El cuento de Cenicienta en versión moderna

El cuento infantil de la Cenicienta es un verdadero clásico, pero su versión tradicional se ha quedado un poco desactualizada, ¿no os parece? Es por eso que nuestras amigas de Cuento a la Vista lo han puesto patas para arriba: aquí Cenicienta se convierte en Ceniciento y su sueño no es casarse con la princesa, sino descubrir el mundo.

Este cuento te va a gustar
ceniciento
Pequeocio
Ceniciento y las zapatillas mágicas

Este vídeo con una versión muy moderna de Cenicienta también nos ha gustado mucho, no te lo pierdas porque te va a parecer muy divertido

¿Quién escribió La Cenicienta?

La Cenicienta es un personaje de un cuento de hadas del cual existen varias versiones, tanto orales como escritas, en Europa. Aschenputtel, Cendrillon, Cinderella y Cenerentola son sólo algunos de sus nombres.

Las versiones más conocidas son las del francés Charles Perrault y la de los Hermanos Grimm. Walt Disney realizó una versión en 1950 de la Cenicienta, la cual se asemeja más a la de Perrault que a la de los Hermanos Grimm, razón por la cual en América es ésta la más conocida. Sin duda, éste es uno de los ejemplos en los que la película ha superado al cuento original.

Todos conocemos el cuento de Cenicienta, y no por ello deja de ser uno de las historias que más cautivan a los peques. Sin ir más lejos, hace poco Disney ha lanzado una versión con actores, que mezcla la fábula clásica de Cenicienta con algunos toques de modernidad para adaptarla a los tiempos que corren.

Cuento La Cenicienta

La moraleja en el cuento de La Cenicienta

Los cuentos infantiles siempre tienen una enseñanza, o casi siempre: buenos valores para transmitir a los peques, a través de las buenas acciones de los personajes de los cuentos. La moraleja de Cenicienta es bastante clara: la verdadera belleza es la que nace de la bondad y la generosidad de nuestro corazón. Sé siempre gentil, sobre todo con los que no lo son contigo. Estas son las personas que más amor necesitan.

Otros cuentos infantiles que no te puedes perder:

5/5 - (9 votos)